viernes, 30 de enero de 2009

Yrigoyen y su Política Externa

En la política exterior de Yrigoyen podemos reconocer algunos aspectos básicos, que en realidad, unidos forman un todo compacto y consecuente. El antiimperialismo, la teoría sobre la igualdad jurídica de las naciones y la autodeterminación de los pueblos y el panamericanismo son cualidades características de don Hipólito.


>> Antes de asumir como presidente, por primera vez en la historia argentina mediante el voto popular, la política externa a la que era fiel la Generación del 80, era muy distinta a la que a va a encarnar Yrigoyen.

Los gobernantes argentinos que presidieron el período 1880 – 1916 tendieron a europeizar el país, querían que Buenos Aires sea la París de Sudamérica. Con tales principios actuaron creyendo conveniente que para lograr su objetivo era necesario hacer todo lo que Inglaterra quisiera. Fue así que la Argentina se convirtió en una colonia británica informal. Situémonos en la época.

Los gobiernos de las grandes potencias europeas, buscaban legitimarse a través de la invasión a los demás países y si ésto no era posible, controlarlas a través de sus finanzas. A los líderes de este movimiento imperial, les convenía para crecer económicamente (ya que en ese momento si no eras imperialista no eras parte del mundo civilizado ni del progreso burgués) y para buscar mermar la conflictividad social creciente ante la inminente democratización que buscaban frenar para seguir excluyendo a las grandes masas, ya que las conquistas neocoloniales eran muy populares entre la población. Así las grandes potencias se dividieron el planeta como si fueran las porciones de una torta. En América Latina, los Estados Unidos habían prácticamente prohibido las invasiones europeas, no por defender la soberanía nacional de los país americanos sino porque en su plan imperialista, el continente se convertiría en su “patio trasero”. Fue así que el colonialismo directo desde Europa se volvió imposible, pero le abrió camino para conquistar indirectamente. Así Argentina fue atraída en las redes económicas de Inglaterra, convirtiéndose en un país satélite de los británicos. La generación del 80, enamorada del ideal de país que representaba Inglaterra, dejó invadirse, para así conquistar el tan ansiado y postergado progreso.

Pero Yrigoyen habría de cambiar esta situación. Siguiendo la línea económica de su tío, Leandro N. Alem, quién consideraba que el liberalismo sólo era benéfico para las arcas británicas. Por tal motivo, rompería las relaciones tan estrechas con Gran Bretaña. Pero como sabemos, don Hipólito no era un hombre muy cercano a la economía ni a planes político-económicos. Más bien, su obra estaba dirigida, organizada y orientada por su gran sentido de humanismo, su convicción solidaria y enorme patriotismo. Este krausista sabía que la humanidad debía unirse, que la humanidad debería ser solidaria y cooperativa. Así inició un plan de unión latinoamericana, buscó romper los lazos con Europa, manteniendo solo los necesarios para sustentar la economía nacional y se acercó hacia los demás países americanos. Su sueño panamericano no incluía a los Estados Unidos, a diferencia del plan de su amigo y compañero latinoamericanista Augusto César Sandino, quién creía necesario incluir al país del norte imponiéndole ciertas normas y reglas. Pero para Yrigoyen, la unión debía ser solo entre la raza latinoamericana. Tenía la profunda convicción de que así como el radicalismo era el encargado de llevar a cabo la Reparación Nacional, la nueva raza de latinoamericana era la encargada de indicar al mundo los ideales de redención y humanismo. Y esa raza era la mezcla entre nativo y español o portugués. Con todo, no podía ser parte de ésto un país que no era mestizo ni mucho menos, un país que había crecido sin mestizaje, un país descendiente única y exclusivamente de los europeos, sobre todo de Inglaterra. La unión debería ser entre los países de América Latina, de la patria grande.


>> En política exterior no podemos dejar de mencionar un hecho trascendental de la época, en la que el último caudillo radical volvió a demostrar su cabal ideal de igualdad, paz y justicia.

Al asumir, el mundo estaba convulsionado por la Primer Guerra Mundial. Argentina, no había entrado en la guerra, pero ya eran muchos los que decían que debíamos involucrarnos, que no podíamos despegarnos del mundo. La opinión nacional quería participar de la guerra, quería que nos aliáramos a los alemanes u otros decían que no era conveniente. Pero todos coincidían que era un suicidio no participar de la guerra.

Finalmente la opinión se mostraría predispuesta a ir en contra de Alemania en la guerra. Esto se debió a que tres barcos argentinos fueron derribados por la flota germana. Las presiones eran inmensas, pero Yrigoyen se mantuvo fiel a su posición. En la mente de un humanista no podía caber la posibilidad de participar en una guerra tan cruel. Pero en la mente de un antiimperialista tampoco podía caber la posibilidad de que una potencia extranjera destruyera barcos nacionales. Fue así que mediante un diálogo entre cartas, el último caudillo exhortó a que Alemania indemnizara a la Argentina por los daños producidos. ¿En qué ingenua mente cabía la idea de que una gran potencia, preocupada por ganar una guerra, no cualquiera, sino la Primer Guerra Mundial, pendiente su economía, seguramente maltrecha, indemnizara a un insignificante país de Sudamérica? Pero en su vida a Yrigoyen nadie le había podido negar nada. Sus palabras, su temple, su persona, inspiraba una confianza en la que nadie pudo desconfiar. Nadie de haber hablado con él lo olvidó, no existe ser humano que no haya podido ser convencido por Yrigoyen luego de hablar con él. Y así fue que ni el magnate de Alemania, un poderoso país industrializado, pudo sobrevivir a la enorme personalidad de don Hipólito. Los germanos no sólo indemnizaron a la Argentina, sino que hicieron un acto de desagravio para pedir perdón por los daños. Un ejército en plena guerra, pidiendo perdón en un lejano país.

Finalizada la Guerra, Argentina no había participado ni había estado cerca de hacerlo. Nuestra República nuevamente mostró su firme convicción de paz y humanismo. Pero el mundo habría de mostrar nuevamente su faceta inhumana e injusta. El gran concierto de las naciones capitalistas, nuevamente demostraría que no compartía las sanas intenciones de nuestro país. Con el objetivo de buscar la paz y prevenir una nueva guerra, se crea la Sociedad de las Naciones. Pero vaya paradoja, se creaba para buscar la paz y no se incluían a todas las naciones (no podían participar los países derrotados) y no se garantizaba la igualdad jurídica de las naciones; es decir que los países no tenían el mismo poder dentro de la organización.

Un corazón tan amplio como el de Yrigoyen no podía permitir esto. No podía tolerar que no haya igualdad entre las naciones, cuando el era un incansable luchador contra la desigualdad. El caudillo quería que haya igualdad jurídica, que un país más allá de ser grande, chico, fuerte, débil, con poder económico o sin él, debería tener el mismo derecho que los demás. Así fue que Yrigoyen le dijo al representante argentino que propusiera una enmienda para que se acepten los países vencidos y que se permita la igualdad jurídica de las naciones y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Pero se dijo que el reclamo argentino se postergara hasta la sesión del año próximo. Fue así que Yrigoyen retiró la presencia del recinto y ordenó que Argentina no participara de las Sociedad de las Naciones.

Muy criticado fue don Hipólito por esta medida, se lo acusaba de germanófilo por querer la inclusión de los países derrotados, se le reprochaba que no podíamos aislarnos del mundo, etc. Pero Yrigoyen no era ni germanófilo ni quería aislarse del mundo. Por el contrario, el soñaba con un mundo más justo, donde los pueblos tengan el derecho a elegir sus destinos sin que nadie los decida por ellos, un mundo donde todos los pueblos sean hermanos entre si y que eso tenga un respaldo jurídico. Y a pesar de las críticas algo logró. Aunque no vivió para verlo, la sucesora de la Sociedad de las Naciones, la Organización de Naciones Unidas (ONU), usaría el modelo yrigoyenista, al que llamó “Doctrina Pueyrredón” (ya que Yrigoyen envió a Honorio Pueyrredón para que comunicara sus decisiones), convirtiéndose así, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la igualdad jurídica de las naciones como bastiones primordiales de la Carta de las Naciones Unidas.


>> Por otro lado Yrigoyen va a iniciar un nuevo camino en la economía nacional. Con la convicción de que solo el Estado podría explotar los recursos que surgen de su territorio, Yrigoyen intentará encarnar una nueva política en cuanto a recursos renovables y no renovables. Marcará una ruptura con la política económica de los anteriores gobiernos, sobre todo con un marcado nacionalismo económico. Pero éste tema será analizado por separado más adelante.

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